El Papa Noel de La Falda y sus niños

El Papa Noel de La Falda y sus niños

viernes, 17 de diciembre de 2010

La Historia del Papa Noel de La Falda, que cambió la navidad en la ciudad

     El año 1988 había sido por demás cruel en el tema de incendios forestales para la ciudad de La Falda y la zona de las sierras cordobesas. Desde muy temprano en el año; abril, se perfiló como un año malo. veníamos del 1987 con lluvias normales y alto de la vegetación del monte serrano, por lo que al llegar el otoño, vislumbramos que sería duro. Muy duro.
     Solo habían pasado pocos días de frío y la sirena tronaba constantemente, llamando a los bomberos a cumplir su servicio abnegado y peligroso. Defender a la población de incendios los que poco a poco se esparcían por doquier.
      Hacía menos de un año, que un gran incendio nos había llevado para siempre a uno de nuestros amigos y camaradas. Daniel César Manzanelli; quién murió en la Pampa de Olaen combatiendo un gran siniestro. No queríamos que ningún fuego se descontrolara porque el riesgo era muy alto.
     En solo cinco meses, 355 incendios forestales de todas las magnitudes, asolaron la región y nuestro cuartel, tuvo que viajar a muchas regiones distantes para colaborar y hacerse cargo en otras ocasiones, de todas las labores de coordinación y mando. Nuestro Jefe de Cuerpo Comisario Osvaldo Ramón Maidana; era además el Jefe de la Regional Nº 6 de Bomberos Voluntarios de la Provincia de Córdoba y el Sub. Oficial Cabo 1º Héctor Oscar Cousillas; el secretario de la misma. Existía entonces mucha responsabilidad, seriedad y respeto por las funciones, así que era materialmente imposible desistir a estas convocatorias.
     Los llamados llegan todos los dias ya toda hora. Incluso en el peor momento, se contabilizaron 11 incendios desde las 11.30 hs. hasta las 24.00 hs. del mismo dia. Realmente la cosa no era de fiar, en cualquier momento el holocausto de fuego y cenizas se abatía sobre nosotros.
     Entre septiembre y noviembre, vivimos la peor parte, con incendios que duraron varios días y decenas de pequeños focos ígneos que alertaban a todos.
     Con la llegada del fin de noviembre y posteriormente los primeros días de diciembre, las lluvias dijeron presente y poco a poco, nos pusimos más tranquilos. También lo hizo la gente del pueblo, porque sabía que el riesgo había bajado mucho.
     Ya no se vio esa larga fila de autos en frente del cuartel, ni tampoco la gente que entraba con sus manos cargadas de productos y salía cabizbajo sabiendo que poco era lo que podía aportar.
     Día tras día, vecinos del pueblo, autoridades, nuestros familiares y los alumnos de las escuelas de la zona, llegan al cuartel, trayendo su aporte solidario y desinteresado. Tanto podía ser un bidón de agua, como un sándwich de milanesa. Una bolsa de manzanas o decenas de tortas fritas. Cada uno aportó lo que podía y lo hacía, también como y cuando podía.
     Siempre recibimos a todos con afecto y mucha calidez; pero cuando una fila de niñitos llegaba con sus pintorcitos o guardapolvos para besar a los bomberos; no podíamos mantener la compostura. Nos derrumbábamos sin excepción. No pasó una jornada en la que estos niños llegan con frutas, sandwichitos, agua, gaseosas y pequeños regalos hechos por sus manos, para sus ídolo, los Bomberos Voluntarios de La Falda.
     Casi sin darnos cuenta, fue pasando el año y cuando quisimos acordar, oí en las fiestas de navidad y fin de año. Se vienen los exámenes, los ascensos y todo lo demás; pero algo había en nosotros que queríamos salir.
     Teníamos una deuda pendiente con la sociedad de las ciudades que protegeríamos. Ellos, habían estado junto a nosotros en los momentos más aciagos; y debemos reconocerlos.
     Cierta noche, mientras trabajábamos en el cuartel, preparando las últimas actividades del año y el mate pasaba de mano en mano; la TV nos mostró una publicidad de la firma COCA COLA. En ella un Papa Noel Regordete, manejó un camión de Coca, prolijamente decorado con millas de luces, que bajó de un cerro, rumbo a la ciudad. Cada varios segundos, miró su reloj y de reojo las luces de la ciudad, allá abajo en el valle. Las manecillas estaban por marcar las 24 Hs., así que aceleraba su marcha para que en ninguna mesa faltase una Coca. A lo lejos, se veían aparecer los fuegos de artificio, las cañitas voladoras y muchas ventanas que iluminadas dejaban ver a las familias asomándose como esperando a Santa. 
     Su risa y facciones nos dejaron boquiabiertos. Era tan real, tan hermoso, tan carismático; que solo atinamos a decir. ¡Que bueno!
     Nuestro Jefe, dejó por unos minutos sus escritos y mirando el televisor elevado, espetó. Ve!!! ¡Eso es lo que podemos hacer para agradecer a la gente todo lo que hizo por nosotros. ¡Un Papa Noel de los bomberos!
     Todos nos miramos y reímos como locos, porque la idea no solo era descabellada, sino además; muy interesante. Si bien no usar ni idea de como hacerlo, sonaba a la vez que extravagante; un estilo lindo de encarar.
     La noche culminó como era habitual, cansados ​​pero contentos de haber pasado otro día sin fuego.
     En el transcurso de la semana, ante la repetición de la publicidad, volvimos ha hablar del tema entre los chicos. Nuestro jefe a la vez, charló con el Presidente de la Comisión Directiva; para ver que posibilidades habría de utilizar una unidad para tal fin. Y grande fue la sorpresa cuando a los pocos días nos autorizaron a utilizar el "cinco" para pasear al Papa Noel.
     Nos pusimos manos a la obra y en pocas horas fuimos dando forma a la idea. Algunos de nosotros colaboraríamos con una bolsa de caramelos y lo demás lo pediríamos a los amigos.
     Así fue como de la noche a la mañana, se juntaron diez bolsas de caramelos masticables ARCOR.
     Las familias Pazkoswky, Damiani, De Figueredo, Guzmán, Simes, Maidana, Cousillas y Perassi; hicieron posible la iniciativa. Contábamos pues con 2.244 caramelos para repartir.
     Nos faltaba ahora el traje de Papa Noel; por lo que Héctor se encargó de ir a hablar a la Señora Brisky, que en esa época poseía una casa de alquiler de trajes y ropa. La que solícita accedió a alquilarnos uno para la tardesita del 24.
       La cuestión seguía siendo, ¿Quién encarnaría a  Santa? ¿Quién sería el personaje? En eso estábamos enfrascados esa noche, cuando llegó nuestro jefe a ver como estaba todo en el cuartel. ¿Qué sucede, dijo sin miramientos? ¿Por qué el grito y las risas?
     Es que estamos viendo a quién le quedará mejor el traje jefe, Dijo uno de los inefables de turno. Tenemos todo arreglado, pero no sabemos quién va a ser Papa Noel, pasado mañana. 
     ¿Cómo que no sabemos? ¿Cuántos de Uds. llenan el traje? Solo hay uno que cumple los requisitos de altura, gordura y voz ronca. ¿Quién? dijimos todos a la vez que abríamos los ojos grandes. ¡El Héctor pues! ¡Quién más! No tenemos que hacer nada, ni almohadones, ni relleno. Solo le ponemos el trajecito y JO JO JO.
     Hubo un largo silencio, pero poco a poco las risas atronaron el salón. ¡Claro, claro, el Héctor es el indicado!
     ¿Yo? Dije con un semblante azorado y cruzado por el pánico. ¡Ni loco! Yo no voy a disfrazarme para que Uds. se divierten. NO, ni loco.
     ¡Ehhhh mal ondón! ¿Qué te pasa che? Acaso no sos vos el que se pone todas esas cosas en el uniforme, cada vez que lo usa. ¿Cómo que no vas a hacer de Papa Noel? ¿A quién vamos a engordar para que cumpla con las necesidades. Está decidido. Vos vas a ser éste año el personaje. 
     ¡No, no, y no!
     Andá!!!! fue lo último que escuché. Los aplausos y los gritos, habían ganado a mis palabras.
     Al otro día, seguimos con las tratativas porque no estaba yo convencido del todo, sobre mi participación en esta idea. Hasta que al final, y ante la llegada de un cadete; Carlos Passerino; el jefe le preguntó. ¿Carlitos quién sería para vos el mejor Papa Noel, de todos los bomberos? Héctor jefe, ya está gordo. Solo le falta el traje.
     ¡Pinjerto, te voy a moler a palos! Espeté sin dudas o temores. Pero la suerte estaba echada.
     El 24 de diciembre a la mañana, fuimos con Fabián Salúm y Roberto Pietri a la casa de trajes, para probar uno que me quedara bien. Como estábamos de servicio, usamos una unidad del cuartel; "la cuatro". Cuando llegamos al negocio, la Señora Brisky miró por la ventana y se alarmó. ¿Qué pasa muchachos? Dijo desde la ventana del primer piso. Nada señora, venimos por el traje de Papa Noel. Le dijimos a viva voz, desde la calle Buenos Aires.
     ¿Así que el traje es para los bomberos? Preguntó ella cómplice, cuando llegamos a su puerta relojeando a ver cual era el traje que nos daría en alquiler. Entonces no les cobro nada. Se los presto a condicion que me lo traen antes de las 22:00 hs. Y salimos con una bolsita con rumbo al cuartel, muy felices de haber ahorrado ese gasto de alquiler.
      La alegría me embargaba, pero también las dudas. No era fácil representar esa figura gigante y mundialmente conocida por todos. Veníamos en la camioneta y entre los tres se sostenía una risa muy cómplice sabiendo que no habría otra que aceptar el reto. 
     Cuando lleguemos, te sacas el uniforme y te me probas el traje. Dijo muy serio el Fabián. No quiero que tengamos problema a última hora. Si algo está mal, se lo llevamos a "la Dorita" (su madre) para que le pegue una configurada. Cosa que por cierto, no hizo falta, ya que me quedo como pintado el mismo.
      Preparamos la unidad, los chicos se equiparon de "guarnición" y cargaron en las bodegas los sacos de cuero y casco, por las dudas que un incendio llamase a concurrir justo en esos momentos.
      Minutos después, con las sirenas y luces a pleno, irrumpimos en la Diagonal San Martín, a la altura del Reloj Cu Cú, desde allí subimos por la Av. Edén, hasta el Banco Provincia de Córdoba (calle Bahía Blanca) y cuando quisimos acordar, nos quedamos sin caramelos. Un par de vueltas más al centro que nos dio nuestro Sargento Daniel Heredia y en poco más de una hora, regresamos al cuartel más que felices. Habíamos concretado el anhelo. Devolver el amor que nos brindaron.
     Luego de una merecida ducha, fuimos a devolver con varias horas de antelación el traje a la Sra. Enérgico.
        El revuelo generalizado que se armó en la ciudad, no podía medirse, cuando subíamos de haber devuelto el traje en la camioneta, mucha gente nos aplaudía al pasar y decían a los gritos, Muy bueno, Muy Bueno!!
        Terminamos todo el proceso, guardamos las unidades y cada uno se fue a su casa, con el corazón henchido de felicidad. La cosa seguiría los días por venir, los vecinos de la avenida habían visto el potencial de la idea, así que durante la semana, hablaron con Héctor que esto, habría que repetirlo el año próximo.
        Uhhh falta un vagón para ello, respondía yo. Quién sabe que pasará para entonces.
        Pero el hecho no quedó en el olvido y los vecinos de la avenida, fueron previendo que se haría para entonces. Así, que al llegar otra vez la navidad, ya estaban preguntando cómo haríamos ese año con el Papa Noel de los bomberos.
        Ese año 1989, no fue tan duro con los incendios, por lo que tuvimos más tiempo para idear la estrategia. En los comienzos de diciembre, hablamos con la comisión y obtuvimos otra vez el permiso para hacer el paseo del personaje. Entre tanto, los vecinos de la avenida Edén. comenzaron a traer bolsas de caramelo hasta mi negocio y el acopio alcanzó un nivel importante.
           Cuando ya estuvimos por el día 20 de diciembre, utilizamos contabilizadas 11 cajas de caramelos masticables Arcor. Eso sumaba la nada despreciable cantidad de 110 bolsas. Las que habra que multiplicar por 244 caramelos cada una.
         Orgulloso todos los días yo sacaba las cajas al frente del negocio y le colocaba un cartel que avisaba del avance o progreso de la recaudación.
           Otra vez, recurrimos a la Sra. Brisky y otra vez, como era de esperar, nos donó el traje del alquiler.
         Salimos nuevamente muy felices, viendo las caras de los vecinos que se arrimaban a la autobomba a recibir su caramelo y eso, nos hacia muy feliz.
        Habíamos ya dado dos vueltas a la avenida repartiendo dulzura, cuando el Sargento Heredia, nos gritó desde la ventanilla de la unidad. Cheeeee!!! sujétense, nos vamos hasta Valle y a Huerta, ellos también son nuestra jurisdicción. Y allá fuimos, como bólidos esperando que no nos cayera encima ninguna sanción desde la comisión.
        Para el año 1990, la cosa ya cambió un poco.  Yo me encontré cursando un noviazgo feliz y mi novia era por demás emprendedora. Llegando a las fiestas, los vecinos volvieron otra vez a la carga, así que estaba garantizada la juntada de caramelos y obviamente, la comisión ya aprobaba de hecho el uso de la unidad, nuevamente este año.
       Nancy la novia en cuestión, me aclaró cierta tarde que, ella le había hecho a su padre (Don Antonio) un traje para que se les apareciese a sus nietos la noche de navidad. Ya había hablado con él y por lo tanto, ahora ya no debería alquilar la ropa, tenía el "casi propio" a disposición. Y así fue.
           Para el momento de iniciar la marcha esa tarde, hubo que pedir la autorización para usar otra unidad, ya que eran tantos los turrones que resultaba imposible llegar a todos en la autobomba. Así que muy rauda salió la unidad seis, por detrás como tantas veces, asistiendo a Papa Noel. 
        Ese año, se juntaron 244 cajas de caramelos en total y repartirlos, no llevaron unas cuatro horas sin parar un momento. Ya la cosa se hacia inmanejable en todo sentido
        Para el año 1991, comenzaron a surgir los problemas. Nuestro Jefe de Cuerpo Osvaldo Maidana había abandonado la vida de bombero, se produjo un cambio en la comisión y las cosas pasaron de complicadas a peores. Quién fue elegido días antes de las fiestas como nuevo presidente, apareció en minutos el tipo de persona que era. Solo faltaban ocho días para el 24 y la realización de la caravana, y luego de haber terminado el acto de asunción, nos anunciaron que "esa boludéz del Papa Noel", ya no se podría hacer y que él, no autorizaría el uso de una unidad del cuartel para pavear toda la tarde con un gordo disfrazado. Había llegado la noche.
        Tratamos de hacerle entender que a esa altura, esta realización era una tradición para el pueblo, que los vecinos esperaban y todo eso. Le importó un bledo. Siguió prohibiendo hasta que nosotros participáramos de esa pavada.
         Hablamos entonces con el vicepresidente, que también resultó ser un traidor a la causa, tan enajenado como su compinche, y no solo se rió cuando le pedimos una mano, sino que dijo que estábamos ya grandes para andar haciendo estupideces por la calle. Que nos dejáramos de joder.
        Esto, solo era un botón de muestra de todo el cáncer que llegaría a la institución, de la mano de estos dos personajes nefastos. Cosas peores vendrían, muy feas y turbias.
        Héctor en una charla con el Intendente Carlos E. Pérez, le supo comentar lo que pasaba y éste, se mostró contrariado. Déjalo por mi cuenta, le dijo. Yo voy a hablar con él... y veré que puedo aportar.
A los pocos días y pese a que los miembros de la comisión siguieron reacios a que la institución siguiera participando en esas cosas, con su autoridad de Jefe de la Defensa Civil, pudo presionar y al fin, logramos el cometido.
        Ese año se juntaron 311 cajas de caramelos y se puso fin a una parte de la historia. Ya nada volvería a ser igual.
        Meses después, ya entraron en el fin del verano de 1992, la "bestia" atacó nuevamente con odio y traición, como era su costumbre y todos los miembros del personal de bomberos quedaron en la calle, expulsados ​​sin más y aún hoy, a 30 años de ello, los 36 miembros esperan que la justicia diga presente y la verdad se escuche. Por ahora, estamos aburridos de esperar. Las "bestias" ya no están, pero perdura su veneno. En este caso, por más que murieron como perros, aún sigue la rabia.
        
             
   

    

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